La mirada como lenguaje social

Podemos fotografiar el mundo tal y como lo vemos, o tal y como lo sentimos. Mi fotografía pictórica y abstracta se libera de lo aparente para adentrarse en el ilimitado mundo de la creatividad, donde la emoción se hace visible.

En mis paseos por las ciudades tengo cierta tendencia a fijarme en sus manchas, formas, colores y texturas que no son obra humana, sino del tiempo, la lluvia, el viento…, que fotografío tal y como son en un segundo dado, para después seguir mutando en otro color, otra textura, otra imagen ya para siempre diferentes.

Un amigo me habló de un arquitecto finlandés que aseguraba que las paredes tienen memoria y dibujan solas sus sensaciones, que conservan recuerdos y los lanzan a su piel como si fueran palabras en forma de aparentes manchas.

Tal vez sea así, y tal vez no solo sus muros, sino toda la ciudad guarde memoria en sus fachadas, en sus aceras, puertas, ventanas.

Una grieta en un edificio abandonado, el muro de uno de los embarcaderos de un río, un pequeño trozo de la piedra de un templo milenario, una esquina de la mesa donde desayuno en un hotel, la pared de una antigua casa de pueblo donde voy a visitar a una amiga o la acera donde pongo el pie al bajar de mi coche en la calle donde vivo…

…aparentes manchas que yo fotografío, soy solo una mirada, su recolectora.

No es nueva la idea de mirar de forma estética un objeto que no parece destinado a ello. Pero que no sea nueva no quiere decir que no siga siendo interesante, sobre todo por lo que significa. Mirar el mundo con tu propia mirada, alejada de imposiciones sociales, modas o ideas preconcebidas. Creer que las cosas pueden verse de otra manera es siempre revolucionario.