Imágenes Contadas

«Acostumbrados mis dedos a escribir  largo tiempo, ahora que sólo disponen de pequeños ratos las palabras se acumulan, se agolpan en mi teclado esperando su turno para salir mágicamente por esa ventana azul […]»

 


 

 

‘Sueño’ Carlos Magno (música) Sol Moracho (texto)


‘Hoy es lunes, el cielo está gris, hace frío y sigue lloviendo a cántaros; estamos en junio, pero el invierno no cesa. Creo recordar que fue a finales de febrero, cuando pintado en una fachada, leí: ‘a plena luz del día, no se sabe cómo, alguien se llevó la primavera’.
Salgo a la calle buscando en la gente algún asomo de inquietud. Sus miradas, sus manos, su caminar. Después de tantos días de lluvia las calles están inundadas. Bajo sus prendas de abrigo caminan inmutables, hundiéndose en el agua cada vez más.
Tomo una calle estrecha y empinada, y subo por ella alejándome del agua retenida; bajan riadas de agua y de gente, pero ya no busco sus miradas.  Zarandeada y anegada por mis pensamientos, éstos son interrumpidos, noto cómo alguien camina a mi paso, algo a lo que no estoy acostumbrada. Su hombro está ahora junto al mío, ambos caminamos en silencio sin levantar la mirada, su pasos y mis pasos, al unísono, se vuelven cada vez más lentos y pausados, hasta que se detienen suavemente; inclino la cabeza hacia mi hombro, hacia su hombro. Su brazo me rodea y, con un leve giro, me empuja hacía sí y me hunde en un abrazo.  Es junio, y aun es invierno.’

 


 

 

‘En mi ausencia, camino’ Jorge Delgado (música) Sol Moracho (texto)


‘La última vez que me vi fue un mes de febrero. Caían la tarde y la noche al mismo tiempo, se desataron nudos, antes preciosas lazadas; ese día me sentí fuera de mí y no he vuelto a verme. En mi ausencia respiro, como, converso, leo, duermo, escribo, escucho, sueño, miro, río…  y mi risa choca contra las paredes de mi cuerpo como una voz en los muros desnudos de una habitación. En mi ausencia, camino.’

 


 

 

‘Te perdono los abrazos que me debes’ Jorge Delgado (música) Sol Moracho (texto)


‘Te perdono los abrazos que me debes. Mis abrazos los he hecho mil pedacitos y esparcido por el río; no te preocupes son biodegradables. Se posarán en la superficie para, poco a poco, hundirse. Confundidos por alimento serán devorados por cientos de peces que sentirán minúsculos abrazos; peces que se llevarán a las mesas de decenas de restaurantes repartidos por la ciudad que riega el río, y que los comensales degustarán con una satisfacción nueva, indescriptible, del que no sabe que, mientras sacia su apetito, es secreta y lejanamente abrazado.’

 


 

 

‘Virus que vacían las palabras’ Carlos Magno (música) Sol Moracho (texto)


Acabo de abrir el cierre y encender el rótulo luminoso donde se puede leer ‘Reparaciones Informáticas’. Conectada ya la web de mi emisora de radio favorita, comienzo así la jornada de este miércoles cuando una mujer morena y delgada entra en el taller, sonriendo y tras un amable saludo pone su portátil sobre el mostrador y con voz serena me dice: -tiene un virus-.
-¿Qué es lo que le ocurre exactamente?
-Los mensajes que recibo de mi amigo están vacíos.
No sabiendo muy bien a qué se refiere, trato de averiguar algo más -¿no se ven las letras? ¿recibe los e-mails en blanco?
-No, no, claro que se ven las letras, pero son las palabras las que están vacías… ¿puede arreglarlo?
-Haré lo que pueda- le respondo.
Por un momento me quedo inmóvil mirando la pantalla de mi ordenador. Abro el buscador y tecleo: ‘virus que vacían las palabras’.